Lo que debía ser un viaje cotidiano en el abarrotado P11 terminó en caos, miedo y frustración. Un hombre fue detenido este lunes en La Habana tras el robo de varios teléfonos celulares dentro del conocido ómnibus que conecta el centro de la ciudad con Alamar, en el municipio Habana del Este. El incidente ocurrió en plena vía pública, frente a decenas de testigos, en la intersección de Cuba y Chacón. Pero aunque hubo arresto, no hubo justicia real: ninguno de los celulares fue recuperado, confirmaron las autoridades en un comunicado escueto publicado en la página oficial de Transportación Habana en Facebook. Una revisión colectiva, ningún resultado Tras la denuncia del robo, las autoridades realizaron una inspección general dentro del ómnibus, deteniendo el servicio y revisando a cada pasajero. Media hora después, los viajeros pudieron continuar su camino… pero las pertenencias desaparecidas no aparecieron. El sospechoso fue trasladado por la policía, sin más detalles ni resultados concretos. La publicación oficial provocó una oleada de reacciones y testimonios ciudadanos. Algunos revelaron que este tipo de robos no son casos aislados, sino parte de una red bien organizada que opera en múltiples rutas del transporte público. “Uno roba y otro le hace la pala”, comentó un usuario. “Hasta las mujeres participan como cómplices”, denunció otra testigo. Las guaguas: nuevo terreno de caza En medio de la crisis económica, los robos en guaguas se han multiplicado. Con ómnibus llenos, pocas rutas y escasa vigilancia, los delincuentes encuentran el escenario ideal para actuar sin obstáculos. El transporte público cubano se ha convertido en el lugar perfecto para desaparecer un móvil, una cartera o cualquier objeto de valor, sin que nadie pueda intervenir. Y el panorama es todavía más sombrío cuando se suma la ineficiencia del sistema de seguridad ciudadana. Las denuncias suelen quedar archivadas. Las cámaras de seguridad son inexistentes. Y los recursos para rastrear dispositivos robados están fuera del alcance del ciudadano promedio. Una crisis de seguridad ignorada El aumento de robos en el transporte público es síntoma de un problema mayor: la incapacidad del Estado cubano para proteger al ciudadano común. Mientras se destinan fondos a vigilancia política y actos de propaganda, las guaguas, los barrios y las calles quedan librados a la ley del más fuerte. A esto se suma el auge del mercado negro de celulares, alimentado por la demanda, la impunidad y la falta de control estatal sobre la venta de dispositivos robados. En ese contexto, robar un celular en una guagua es un negocio fácil y de bajo riesgo. ¿Qué se puede hacer? Expertos y ciudadanos proponen medidas concretas que el gobierno podría aplicar si realmente quisiera combatir esta situación: Cámaras de seguridad en los ómnibus y paradas principales Registro obligatorio del IMEI de todos los móviles Mayor presencia policial en rutas críticas Aplicaciones móviles para reportar robos de forma inmediata Campañas de educación ciudadana para prevenir hurtos Pero nada de eso se implementa. Y mientras tanto, los cubanos siguen viajando con miedo, abrazando sus mochilas, mirando sobre el hombro y con la amarga certeza de que pueden perderlo todo —menos el pasaje— en una simple ruta urbana. Hasta que no se reconozca públicamente esta crisis de seguridad y se actúe con voluntad real, las guaguas seguirán siendo territorios sin ley, y el viaje cotidiano, una ruleta de pérdidas.