El hartazgo social en La Habana ha dejado de ser un murmullo para convertirse en un grito. En medio de uno de los apagones más largos y extendidos que ha sufrido la ciudad, un grupo de personas lanzó piedras contra un cajero automático en el barrio de Santos Suárez, dejando los cristales destrozados como símbolo de una desesperación que va en aumento. El hecho ocurrió en la esquina de Juan Delgado y Lacret, donde se encuentra el Banco de Los Colonos, y fue reportado por la página de Facebook La Tijera, que compartió imágenes del incidente. No fue un evento aislado ni espontáneo, advierten vecinos de la zona. Fue el resultado de semanas —y para muchos, meses— de privaciones extremas. Apagones, hambre y colapso financiero La capital cubana enfrenta cortes eléctricos que superan las 20 horas diarias. La falta de electricidad no solo deja a oscuras los hogares, sino que paraliza el bombeo de agua, impide conservar alimentos, y desconecta a las personas de los pocos canales de información disponibles. A este panorama se suman la escasez de combustible, el encarecimiento de productos básicos y una creciente crisis en el sistema bancario, que desde su digitalización forzada no ha dejado de presentar fallas. Los cajeros automáticos permanecen vacíos, las colas en los bancos son interminables, y acceder a efectivo se ha convertido en un desafío diario para la ciudadanía. En este contexto, el acto de violencia contra el cajero no fue simplemente una expresión de ira. Fue un símbolo del quiebre emocional y social de una población que se siente ignorada, asfixiada y cada vez más abandonada a su suerte. Silencio oficial y tensión creciente Hasta el momento, las autoridades no han emitido ninguna declaración sobre lo ocurrido en Santos Suárez ni sobre la situación energética general que afecta a La Habana. Esta ausencia de respuesta institucional solo ha incrementado la frustración y el temor entre los ciudadanos, que ven cómo el malestar se propaga. Residentes advierten que, si no se adoptan medidas urgentes para aliviar la presión, estos actos podrían multiplicarse en otras zonas del país. La sensación es de vivir en una olla a presión que, tarde o temprano, podría estallar con más fuerza. Una ciudad al límite Cuba atraviesa una de las crisis más profundas de las últimas décadas. El descontento ya no se expresa solo en redes sociales o entre susurros familiares. Ahora empieza a manifestarse en las calles, en plena oscuridad, cuando el cansancio supera al miedo. El incidente en el cajero del Banco de Los Colonos es un reflejo de una realidad que se agrava con cada día sin luz, sin agua y sin esperanza. Y mientras el país se sumerge en la penumbra, la gente comienza a buscar su propia forma de hacerse escuchar.