La Habana amaneció envuelta en penumbras y silencio eléctrico. En la noche del domingo y madrugada del lunes, un nuevo apagón general paralizó la capital cubana, marcando el segundo evento de este tipo en menos de 30 días. El suceso pone en jaque, otra vez, la ya golpeada infraestructura energética del país. ¿Qué ocurrió esta vez? Según confirmó el periodista Lázaro Manuel Alonso, una avería de gran magnitud en la subestación Naranjito desencadenó una cascada de fallos en las subestaciones Príncipe, Melones y Tallapiedra. El resultado: casi toda La Habana quedó a oscuras. Los municipios afectados fueron numerosos: Arroyo Naranjo, Boyeros, 10 de Octubre, Plaza de la Revolución, Cerro, Centro Habana, Habana Vieja, Playa, Lisa, Marianao, San Miguel del Padrón, Cotorro, Guanabacoa y Habana del Este, entre otros. Impacto más allá de la capital El daño no fue solo habanero. El Ministerio de Energía y Minas informó que la avería provocó la salida de funcionamiento de unidades estratégicas del Sistema Electroenergético Nacional (SEN), como Mariel 6, los motores de Moa y la planta ENERGAS. Esto redujo significativamente la capacidad de generación eléctrica en todo el país. Aunque algunas plantas comenzaron a sincronizarse nuevamente con el sistema en la madrugada del lunes, la recuperación fue parcial y lenta. Prioridades y promesas La Empresa Eléctrica de La Habana aseguró que trabaja con prioridad en los circuitos que alimentan hospitales y fuentes de agua, lo cual ha permitido restablecer el servicio en zonas clave como Plaza de la Revolución, Cerro y 10 de Octubre. Sin embargo, el número exacto de municipios aún sin electricidad no ha sido revelado, ni se ha anunciado un plazo concreto para la restauración total. Un déjà vu eléctrico Este nuevo apagón revive el recuerdo fresco del 17 de julio, cuando una serie de fallos similares dejó sin electricidad a gran parte de la ciudad. Entonces, las autoridades culparon a descargas eléctricas por la caída de varias subestaciones al unísono. Pero la frecuencia de estos eventos comienza a socavar la narrativa oficial. La realidad es que el sistema eléctrico nacional se encuentra al límite, con una infraestructura envejecida, sin inversiones suficientes y con una capacidad de respuesta que no alcanza a cubrir emergencias de este nivel. Más allá del apagón Para los habaneros, este nuevo corte no es solo una molestia: es un símbolo. Un síntoma de un país atrapado entre fallas técnicas y un déficit energético crónico que afecta desde el alumbrado público hasta el funcionamiento de hospitales y centros de producción. Mientras tanto, las redes sociales se inundan de reportes ciudadanos, que entre la indignación y el humor negro, relatan cómo las noches sin luz se han convertido en parte de la rutina. En muchas zonas, la única certeza es el apagón. La Habana resiste, pero la paciencia se agota. Las autoridades prometen soluciones, pero los transformadores cuentan otra historia: una de abandono, sobrecarga y promesas sin voltaje.