Una falta grave de protocolo ha desatado un escándalo dentro del Servicio Secreto de Estados Unidos: un agente intentó incluir de manera no autorizada a su esposa —miembro activo de la Fuerza Aérea— en un vuelo oficial de apoyo logístico durante la reciente visita del presidente Donald Trump a Escocia. El hecho, ocurrido en la base aérea de Andrews, Maryland, fue detectado a tiempo por personal militar, que impidió que la mujer abordara la aeronave. Aunque el intento no comprometió directamente la seguridad presidencial, ha generado preocupación en los altos mandos por el incumplimiento de normas estrictas y el uso indebido de recursos oficiales. Una maniobra detectada a última hora Según informes de medios como The Independent, el agente, asignado al equipo del Servicio Secreto en Dallas, coordinó que su esposa viajara hasta Maryland para integrarse al itinerario como si fuera parte del equipo autorizado. La mujer incluso fue recibida en el salón de visitantes distinguidos y participó en una reunión informativa previa al vuelo. Estaba a punto de abordar uno de los aviones de apoyo logístico —conocidos como “carplanes”— cuando fue detenida. Se trataba de un vuelo de respaldo, encargado de transportar personal y equipamiento del equipo presidencial, pero no incluía directamente al presidente Trump ni a su equipo protector inmediato. Ignoró advertencias de sus superiores Lo más alarmante es que, de acuerdo con fuentes citadas por ABC 10 News San Diego, el agente había sido advertido previamente de que no estaba permitido incluir a acompañantes personales, y aun así persistió en su intento, una acción que está siendo investigada por la agencia. Aunque el incidente no afectó el viaje oficial, que se realizó del 25 al 29 de julio, la falta de disciplina encendió alarmas dentro del Servicio Secreto, que actualmente se encuentra bajo fuerte presión tras varios episodios cuestionables de seguridad en los últimos años. Trump reacciona con molestia Al ser consultado por la prensa durante su regreso de Escocia, el presidente Trump calificó la situación como “extraña” y lanzó una crítica irónica: “¿No sería mejor dejar a la esposa en el coche?”, dijo. Agregó que esperaba que el director del Servicio Secreto, Sean Curran, “aborde este asunto con la seriedad que merece”. La gira presidencial incluyó visitas al resort de Turnberry y al campo de golf Menie Estate, y estuvo acompañada por un robusto dispositivo de seguridad, que combinó transporte blindado, restricciones aéreas y vigilancia militar. Un episodio que pone en duda la cultura interna de la agencia El exagente del Servicio Secreto Tim Miller declaró al New York Post que se trata de una violación grave al reglamento, que pone en entredicho los estándares de profesionalismo de la agencia. “En un contexto político tenso como el actual, estas distracciones son inaceptables. La seguridad del presidente requiere absoluta concentración y lealtad al protocolo”, afirmó. Aunque la identidad del agente aún no se ha revelado, The Daily Beast reportó que podría tratarse de un recluta con antecedentes disciplinarios, lo que ha intensificado el escrutinio sobre los procesos de selección y supervisión del personal. Bajo lupa y en plena presidencia Este escándalo estalla justo cuando el presidente Trump enfrenta una etapa crucial de su segundo mandato, y en momentos donde la confianza pública en las instituciones está sometida a constante evaluación. Aunque la seguridad del mandatario no fue vulnerada, el episodio pone de relieve las grietas internas de una agencia que no puede permitirse distracciones ni actos de favoritismo personal. La investigación continúa abierta, y se espera que haya medidas disciplinarias ejemplares. En los entornos más protegidos del mundo, una sola decisión personal puede tener consecuencias institucionales. Este caso podría convertirse en un ejemplo de ello.