La madrugada del sábado cerró un capítulo irrepetible en la historia de América Latina. A los 95 años falleció en San José, Costa Rica, Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer elegida presidenta en la región y un símbolo de resistencia civil contra el autoritarismo. Exiliada desde 2023 junto a sus hijos, doña Violeta —como le decían los nicaragüenses con respeto y cariño— murió lejos de la patria que ayudó a reconstruir. Nicaragua, sin embargo, la llora a distancia. Y la historia la recuerda como la mujer que derrotó a Daniel Ortega en las urnas, en una época donde la democracia parecía una quimera. Una victoria con nombre de madre Era 1990. Nicaragua, cansada de guerra, represión y crisis económica, votó por un cambio que nadie creyó posible. Violeta Chamorro, periodista, viuda del mártir Pedro Joaquín Chamorro, y figura inesperada en un panorama dominado por hombres y militares, se convirtió en presidenta al frente de una amplia coalición opositora, desbancando al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Su victoria no solo fue una hazaña política: fue un símbolo regional. En un continente donde la política aún tenía aroma a cuartel y voz de caudillo, una mujer de voz suave y convicciones firmes llegó al poder prometiendo paz, reconciliación y diálogo, en vez de venganza o represión. Legado de paz y libertad Durante su mandato (1990–1997), Chamorro desactivó los frentes de guerra, promovió la reinserción de los excombatientes, y trabajó por recuperar una economía devastada. Pero quizás su mayor logro fue simbólico: demostró que el cambio era posible sin violencia, con urnas en lugar de armas. Luego de dejar la presidencia, fundó la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, desde donde se convirtió en una voz incansable por la libertad de prensa y la defensa de los periodistas nicaragüenses. Aún cuando su salud se deterioraba y la persecución del régimen de Ortega se recrudecía, su legado se mantuvo firme. Exilio y dignidad En 2023, ya con movilidad limitada, Chamorro pidió asilo político en Costa Rica ante el acoso a su familia por parte del régimen sandinista. La decisión fue dolorosa, pero coherente: prefirió vivir con dignidad lejos de su tierra, que ser utilizada como estandarte por quienes, desde el poder, desfiguraron los ideales por los que ella luchó. Este sábado, líderes de toda la región se sumaron al duelo. El expresidente de México, Felipe Calderón, la definió como “una mujer valiente que supo unir a su país en tiempos de fractura”. La congresista cubanoamericana María Elvira Salazar escribió: “Doña Violeta vive en el corazón del pueblo nicaragüense. Su legado de reconciliación, paz y prosperidad marcó una etapa única en la historia de Nicaragua”. Más que una presidenta Violeta Barrios de Chamorro fue muchas cosas: madre, periodista, activista, presidenta, exiliada. Pero, por encima de todo, fue una lección viva de que la dignidad, la democracia y la decencia pueden vencer al miedo. Mientras Nicaragua continúa bajo el puño de quienes no aprendieron de la historia, su partida recuerda que los pueblos no olvidan a quienes les devolvieron la voz. Hoy, América Latina despide a una mujer que rompió moldes, desafió dictaduras y abrió el camino para futuras generaciones. Violeta Chamorro no solo hizo historia. La cambió.