Este domingo 15 de junio, cuando muchos hogares en el mundo celebran el Día de los Padres con reuniones, llamadas familiares y gestos de agradecimiento, en Cuba el homenaje llegó cargado de apagones, calor y frustración. Más que un regalo, los padres cubanos recibieron una jornada marcada por la falta de electricidad, un síntoma ya crónico en la isla que se agudiza justo en fechas sensibles para millones de familias. Con un déficit energético estimado en más de 1.425 megavatios durante el horario pico, los cortes de electricidad se sintieron a lo largo y ancho del país. Desde La Habana hasta Santiago, desde zonas rurales hasta centros urbanos, el Sistema Eléctrico Nacional no logró sostener ni siquiera el mínimo necesario para garantizar una jornada sin interrupciones. ¿Celebrar? Solo si hay suerte La disponibilidad energética al amanecer del domingo era alarmante: 1.845 MW frente a una demanda de 2.948 MW. La brecha no hizo más que crecer a lo largo del día. Mientras algunas familias intentaban organizar un almuerzo especial, otras veían interrumpido hasta el bombeo de agua o las comunicaciones. En lugar de risas y llamadas familiares, lo que se escuchó en muchas casas fue el zumbido de los ventiladores que no giraban, las neveras que no enfriaban y la radio que se apagaba. El verdadero rostro de la crisis La explicación técnica ya se conoce, pero no por ello resulta menos dura: bloques fuera de servicio en las centrales termoeléctricas de Mariel y Felton, mantenimiento simultáneo en otras cuatro plantas, y más de 600 MW fuera de circulación por escasez de combustible. Incluso los esfuerzos por ampliar la generación renovable apenas amortiguan el impacto. Los parques solares instalados recientemente aportaron solo un 12% de la demanda total durante su pico máximo de rendimiento. Mientras tanto, la población vive entre tandas de cortes programados que no siempre se cumplen y apagones sorpresivos que afectan desde la cocción de los alimentos hasta el funcionamiento de hospitales y centros escolares. Un país a media máquina, una sociedad en resistencia La falta de electricidad en Cuba no es solo una cuestión de confort; es un golpe a la vida diaria. Cada apagón retrasa la producción, limita el acceso al agua potable, interrumpe la educación y afecta la salud pública. Y en días como este, en los que debía primar el reencuentro y el descanso, lo que se impone es la resignación. Sin soluciones concretas a corto plazo, sin una estrategia clara de contingencia anunciada por la Unión Eléctrica, y con una población que ya ha aprendido a vivir en la penumbra, el Día de los Padres en Cuba se convierte en un recordatorio doloroso de una crisis que se ha instalado en el centro de la vida nacional. La energía falla, pero la paciencia también tiene un límite. La pregunta que muchos se hacen es: ¿hasta cuándo?