Mientras miles de cubanos cocinan con leña, se alumbran con velas y ven cómo se pudren sus alimentos por falta de refrigeración, el Gobierno cubano saca pecho por haber alcanzado el primer millón de toneladas de petróleo extraídas en 2025. Una noticia que llega con titulares triunfalistas y discursos de victoria, pero que choca brutalmente con la realidad del país. El anuncio lo hizo la estatal Unión Cuba-Petróleo (CUPET), que celebró en redes sociales lo que calificó como un "hito energético", asegurando que más del 90 % del crudo extraído se destina a la generación eléctrica nacional. Sin embargo, los números no convencen a nadie. En las calles, los apagones son el pan de cada día. Las gasolineras siguen sin combustible. El transporte público se paraliza. Y la pregunta salta sola: ¿a dónde va realmente ese petróleo? La doble cara del petróleo cubano Aunque Cuba produce crudo, gran parte del mismo es de baja calidad —pesado, con alto contenido de azufre—, lo que limita su uso y eficiencia. Pero en los últimos años, la presencia de compañías extranjeras ha cambiado la ecuación. Empresas como Melbana Energy, con sede en Australia, han comenzado a extraer un tipo de petróleo mucho más ligero y valioso en yacimientos como Alameda-2, en la provincia de Matanzas. Ese petróleo, a diferencia del que se quema en las termoeléctricas obsoletas de la isla, no está pensado para los cubanos. Está destinado al mercado internacional. Según datos revelados por la propia empresa, más de 15,000 barriles de este crudo "premium" ya están almacenados y listos para ser exportados a partir de finales de junio. ¿Soberanía energética o exportación desesperada? El Gobierno insiste en que este modelo es parte de su camino hacia la "autosuficiencia energética". Pero en la práctica, la isla sigue dependiendo del petróleo que llega desde Venezuela o Rusia, países con sus propias crisis internas. Mientras tanto, lo que sí se produce en suelo cubano y tiene valor en el mercado global, se embarca rumbo a otros destinos. La retórica oficial no menciona que buena parte de estas extracciones las controlan o gestionan empresas extranjeras bajo contratos de producción compartida, donde el mayor beneficio económico no queda en Cuba. La “celebración” entonces suena hueca para una población que no tiene electricidad ni siquiera para cargar un teléfono o conservar alimentos básicos. Exportar mientras el país se apaga Este modelo no es nuevo. En los últimos años, el Gobierno cubano ha priorizado la exportación de recursos estratégicos, desde níquel hasta productos agrícolas, mientras la población enfrenta desabastecimiento, inflación y carencias extremas. El petróleo se suma a esa lista de recursos que, lejos de aliviar la crisis interna, se convierten en moneda de cambio en el desesperado intento del régimen por conseguir divisas. En resumen, Cuba exporta petróleo mientras importa oscuridad. El país celebra cifras récord mientras su gente se hunde en la precariedad. El discurso de soberanía energética se derrumba ante la evidencia: los cubanos siguen sin luz, sin combustible y sin respuestas. ¿Triunfo energético? Más bien, un espejismo en medio del apagón.